Y se escondieron.
Aparecieron las escuelas ocultas como los Rosacruces, los Masones, los Francmasones y tantas otras que se reunían en secreto para estudiar los secretos del universo y hacer el camino juntos.
No fue hasta hace muy poco que la libertad de culto se enraizó en la sociedad y poco a poco pudieron ir apareciendo públicamente estas organizaciones ocultas hasta entonces y además se crearon otras nuevas.
Actualmente tenemos pues dos escuelas muy diferenciadas a disposición de todo el mundo. Las religiones organizadas, con todas sus variantes y derivaciones.
Y las escuelas ocultistas, también con todas sus variaciones.
Y además, hay, y siempre ha habido, los que iban por libre.
Los místicos, los ocultistas, los investigadores independientes del mundo espiritual.
Para entendernos, las religiones han sido las que explicaban al pueblo los misterios del Universo y dado que se dirigían a personas con poca cultura se lo explicaban de manera más infantil.
Y las escuelas esotéricas han sido las que explicaban a las élites culturales estos mismos misterios y lo hacían sin tanta metáfora ni cuento, de manera más exacta y cuidadosa.
Al llegar a finales del siglo 19 el avance de la humanidad hizo posible que se pudiesen dar de forma libre y sin tener que esconderse las enseñanzas de las escuelas esotéricas.
Y a partir de la mitad del siglo 20 hacia adelante el avance evolutivo de la humanidad ha hecho que muchísima más gente pudiese entender las explicaciones menos infantiles de estas escuelas.
Finalmente, a partir de finales del siglo 20 y actualmente, lo que está tomando forma es la búsqueda personal de la verdad espiritual sin seguir patrones establecidos; cada uno va por libre y aprende a encontrar a su maestro interior, a hacer caso de sus intuiciones y a pasar por el cedazo a todas las informaciones que le van llegando.