Así han nacido la mayor parte de las religiones.
A partir de los relatos explicados por personas que escucharon de algún iluminado.
Entendidos a medias y coloreados por la propia idiosincracia del que lo explica.
A más personas les gusta el relato, que se va haciendo más y más complejo y se crea un grupo de seguidores que, más adelante crea una organización y finalmente llega a ser una religión como Dios manda.
Las dos religiones más conocidas por nosotros, la católica y la musulmana aparecieron así. No es muy difícil de entender qué pasó con la católica.
Hace unos dos mil años nos encontramos con un personaje iluminado, un iniciado, un hombre sabio, Jesús, que explica el camino que el está transitando, que él conoce de primera mano pero se da cuenta que no lo entienden y empieza a explicarse con parábolas, cuentos, para que incluso los niños lo puedan entender.
Y hay unos cuantos que se hacen discípulos, seguidores de Jesús el Cristo y por eso terminan llamándose cristianos.
Pero como no tienen la altura intelectual ni moral del propio Jesús, lo que hacen es entender sus enseñanzas a su manera y van creando, cuando él ya no está, una organización llena de formulismos, dogmas y creencias que poco tienen a ver con el original.
Y miles de años más tarde se puede ver como en medio de una gran cantidad de cosas buenas que ha hecho el cristianismo, también ha hecho de aterradoras, crueles e inhumanas, que no parecen ser inspiradas por el sabio original.
De hecho todas las religiones de todo el mundo siguen el mismo patrón.
Un sabio explica, a su manera, el camino de evolución, algunos seguidores entienden algo, también a su manera y le añaden su manera de pensar y al ir pasando el tiempo se va creando una organización cristalizada e inmovilista que tiene como motivo de ser simplemente la transmisión exacta de las palabras que han transmitido no el sabio original sino la siguiente generación de discípulos, los que fijan los dogmas.